lunes, 15 de septiembre de 2008

Negociaciones




Marquitos cambia cromos a la salida del colegio. Inmerso en un corrillo de cabezas, brazos, manos, gomas, y tacos de estampitas con los últimos fichajes de futbolistas de la recién estrenada temporada, va pasando sus manoseados cartoncillos bajo un coro de “siles”, monserga monótona que se toma un respiro únicamente cuando surge entre la chiquillada un grito esporádico de “nole”. Entonces todos hacen un silencio sepulcral, puesto que ha llegado el momento de la dura negociación:

- Dani Alves es un cromo muy difícil, así que si lo quieres, tendrás que darme cinco por él-, exclama Marquitos vehemente, y entre las risas del resto, arranca las cinco mejores estampillas del taco de las manos sucias y destintadas de su compañero Soldevilla, continuando con el muestreo, que seguirá monótono hasta que la campana avise que es el momento de volver a clase.

Marquitos trapichea con estupefacientes en el parque del polígono. Sentado en un banco apartado. Recibe a otros jóvenes que a hurtadillas se acercan a preguntar si tiene costo, hierba, pastillas o cocaína. Y en efecto, tiene cualquier cosa que le pidan, de incierta calidad, siempre que los clientes estén dispuestos a pagarla sin hacer demasiadas preguntas ni reproches, tras una negociación bastante cerrada de antemano. Transacciones continuas de pequeños paquetitos precintados, papelinas cuidadosamente cerradas, a cambio de billetes furtivos que circulan de una mano a otra.

- Esta farlopa es de primera, pero no la paso por menos de setenta y cinco pavos, pero por ser tú, te la dejo en setenta-, exclama Marquitos vehemente, y guardando dos billetes arrugados en el bolsillo interior de su cazadora, deposita una papelina en las nerviosas manos de un joven Soldevilla cuajado de acné.

Don Marcos selecciona personal para un nuevo contrato. Apoltronado tras una ostentosa mesa de caoba, supervisa personalmente las contrataciones de su solvente empresa de equipos de limpieza. Hace personalmente todas las entrevistas, puesto que siempre se ha fiado de su intuición, y a lo largo de la semana recibe a decenas de hombres y mujeres que quieren necesitan un trabajo. El se lo puede proporcionar, siempre y cuando estén dispuestos a aceptar un sueldo bajo, y a dejarse el culo limpiando las oficinas, los equipamientos y las salas de sus clientes.

- Es un contrato por obra y servicio de tres meses, una suplencia. Se que no es un sueldo muy grande, pero teniendo en cuenta que llevas dos años sin trabajar, y que la mayoría de mis clientes no quieren a hombres en los servicios de limpieza, no puedo ofrecerte otra cosa. Digamos que es un favor personal por los viejos tiempos-, exclama Don Marcos vehemente, tendiendo dos copias del contrato a Soldevilla, que con gesto resignado las firma sin añadir una palabra más.

Don Marcos se encuentra ante la negociación más difícil de su carrera. Sentado en un tocón en el medio del bosque, maniatado, y con el cañón de una escopeta apuntándole directamente entre los ojos, sabe que no se trata de cromos, canicas, juegos de consola, marihuana, costo, pastillas, mujeres, comisiones, contratos o dinero. Esta vez es su vida la que está pendiente de un “sile” o un “nole”, y es consciente, a pesar del miedo, de que debe de seleccionar bien sus palabras y aplicar el tono de voz adecuado, si quiere salir vencedor, como siempre, de esta transacción.

- Estas cabreado, frustrado, sin esperanza. Eso lo sé, pero puedes rehacer tu vida, empezar de cero, puedo convencer a Concha para que se piense lo de que veas a los niños algún fin de semana. Nos conocemos desde chicos, siempre hemos sido amigos. Yo te ayudaré a reinsertarte, siempre te he ayudado ¿recuerdas?, te reincorporarás a tu puesto de trabajo, te adelantaré parte de tu sueldo si necesitas efectivo para ir tirando. Incluso te puedo conseguir algún sitio para dormir, y ropa, tengo en el armario varios trajes que te sentarían bien. Pero no la cagues más, no ves que si aprietas ese gatillo te pasarás tu vida en la cárcel.-, exclama Don Marcos vehemente, mientras Soldevilla sujeta el arma con ojos inyectados en sangre y manos temblorosas, intentando no dejarse embaucar una vez más, por esa lengua de serpiente que lo tiene todo, mientras que a él ya no le queda nada.

Esta vez al menos, no será él el único que salga perdiendo.

2 comentarios:

Oteaba Auer dijo...

Que dureza tan enorme hay en este escrito ¡y con cuanta maestría lo realtas amigo Zuma!...Me has dejado demudada...:)
Un abrazo

Anónimo dijo...

¡Qué bueno eres, pero qué bueno! De nuevo me sorprendo al entrar en tu blog. Magistral tu último relato. Emocionante, duro, sorprendente, ácido, revuelve las entrañas...
Enhorabuena, otra vez. Estoy enganchada a tu blog.
Pente.