Irda baila al son de la Darbuka soñando con volar.
Mica teclea despacio pensando en Billy Wilder.
Ella, inteligente y reflexiva quiere enseñar.
El, listo y decidido desea escribir y agradar.
Y aunque estos anhelos les harán tomar caminos distintos,
el amor que se profesan los mantendrá unidos en la distancia.
Al final de sus nuevas aventuras volverán a encontrase,
más felices, más sabios y más bellos.
jueves, 31 de julio de 2008
viernes, 25 de julio de 2008
Una de Cine
Ummm...estoy pasando una racha poco creativa en cuanto a narrativa, así que a modo de excusa, y pera seguir con mi intención de actualizar este pequeño espacio siempre que pueda...aquí va un mini-concurso de cine. Por ser el primero, es facil....en futuras ocasiones lo iré complicando.
Solo hay que encontrar el personaje secreto de cada una de las fotos y el nombre de la película. Hay premio para el/la más rápido/a.
2.
3.
4.
5.
Si, lo se, la 4 es la más dificil....pero es una de mis películas favoritas. Dejaré una pista: El grito de Dutch llamando a su compañero de fechorias por última vez antes de morir, es una de las escenas más sobrecojedoras de la historia del cine.
Abrazos.
martes, 22 de julio de 2008
Sanfermines
¿ Qué te puedes encontrar en un fin de semana relámpago en sanfermines?
1. Gente, masas ingentes de personas por las calles, generalmente con pañoleta y faja rojas.
2. Borrachos/as en cada rincón (este debe ser un nuevo plato de F. Adriá: Paella en cabeza)
3. Borrachos/as dormidos/as en sitios insospechados......
en el suelo lleno de basura....(el cartón empapado es mejor incluso que el latex con muelles).
1. Gente, masas ingentes de personas por las calles, generalmente con pañoleta y faja rojas.
2. Borrachos/as en cada rincón (este debe ser un nuevo plato de F. Adriá: Paella en cabeza)
3. Borrachos/as dormidos/as en sitios insospechados......
en el suelo lleno de basura....(el cartón empapado es mejor incluso que el latex con muelles).
viernes, 18 de julio de 2008
Ganadores/as
Bueno, me ha sido imposible elegir a un/a ganador/a por mi mismo. Todos los finales aportan algo distinto, nuevos hilos narrativos, diferentes desenlaces, algunos hermosos, otros desgarradores, fríos y salvajes como la vida misma.
El caso es que he sometido a votación el veredicto, y ni aun así he conseguido encontrar un único ganador. Por eso, creo que al final tendrán que ser dos bolsas de melones, en vez de una, que hoy me siento generoso.
Así, por votación popular, y con un claro empate técnico a 5 votos, los ganadores del concurso son (ratatatatatatatata…esto pretende ser una onomatopeya de redoble de tambores…ratatatatatatatata):
¡¡¡ Bob Dylan y Circe!!!
Como en los Goya o en los oscar, podéis subir al escenario y decir unas palabras de agradecimiento a vuestros padres, amigos, etc., etc, (pero sin extenderos demasiado).
Enhorabuena a los/as ganadores, y un millón de gracias a todos/as por participar, ayudándome a hacer de este humilde rincón cibernético un lugar más bonito e interesante.
Es una pasada poder hacer realidad pequeñas iniciativas cotidianas como esta, en las que aunque parezca mentira, fomentamos entre todos la imaginación, la creatividad y la participación.
Muchas gracias.
El caso es que he sometido a votación el veredicto, y ni aun así he conseguido encontrar un único ganador. Por eso, creo que al final tendrán que ser dos bolsas de melones, en vez de una, que hoy me siento generoso.
Así, por votación popular, y con un claro empate técnico a 5 votos, los ganadores del concurso son (ratatatatatatatata…esto pretende ser una onomatopeya de redoble de tambores…ratatatatatatatata):
¡¡¡ Bob Dylan y Circe!!!
Como en los Goya o en los oscar, podéis subir al escenario y decir unas palabras de agradecimiento a vuestros padres, amigos, etc., etc, (pero sin extenderos demasiado).
Enhorabuena a los/as ganadores, y un millón de gracias a todos/as por participar, ayudándome a hacer de este humilde rincón cibernético un lugar más bonito e interesante.
Es una pasada poder hacer realidad pequeñas iniciativas cotidianas como esta, en las que aunque parezca mentira, fomentamos entre todos la imaginación, la creatividad y la participación.
Muchas gracias.
miércoles, 16 de julio de 2008
Final de "El Sofá de Sandías"
Este es mi final para el relato. Respecto al concurso, mañana publicaré quie ha sido el/la ganador/a de los melones, puesto que me está costando mucho decidirme por uno, y he requerido la ayuda de algunos/as asesores/as literarios/as.
El sofá de Sandías (3ª Parte):
Melones sabía muy bien que la vida era injusta, amarga e ingrata, y con la suficiente mala leche como para castigarla con aquella broma. Para una vez que un hombre se interesaba verdaderamente por ella, y no lo hacía simplemente por un sucio y rápido revolcón en el asiento trasero de un coche, el destino le ponía delante a este fantoche, loco, feo, sucio y sin oficio ni beneficio.
Mientras pensaba en la ironía del destino, se mantuvo completamente quieta, mirando al pobre Sandías, que ya había interpretado el silencio de su amada como una bochornosa negativa a su declaración, y empezaba a dirigirse lentamente hacia la puerta con la cabeza gacha. Todo su enjuto cuerpo demostraba vergüenza y decepción, y al verle así, tan desnutrido, tan solo, tan abandonado, tan rechazado, una pequeña chispa de compasión y amarga tristeza prendió en el alma cándida y maternal de Melones.
Una chispa que encendió la mecha de una idea, de una esperanza, de una auténtica declaración de intenciones, una escapada hacia delante que inundó de coraje el corazón de la mujer: - Si el destino se mofaba de ellos de esta manera, ella lo combatiría, y pondría todo su empeño en derrotarlo, y ya veríamos quien reía más al final.
Dicho y hecho, Melones agarró a Sandías por el brazo cuando este pasaba lentamente por su lado, sin atreverse a mirarla a la cara camino de la puerta (aunque si que miró de reojo el ramo de puerros, no descartando recibir algún golpe antes de salir), y como si fuera una moderna Scarlett O´hara, le observó detenidamente, de arriba abajo, y le dijo: -¿Quieres ser mi hombre?, pues ser el hombre de la Melones cuesta, y tu vas a empezar a pagar-, (vale si, pongamos que ella era muy aficionada a las series de los ochenta).
Cogió a Sandias como si fuera un muñeco, lo arrastró hasta el baño, lo desnudó, abrió la llave de la ducha y lo metió dentro. El pobre Sandías allí desnudo, asustado y avergonzado, no se atrevía a moverse ni a quejarse, simplemente temblaba mientras Melones le cubría de jabones, champús, y le frotaba con una esponja rasposa con tal fuerza que parecía que iba a arrancarle la piel.
Cuando terminó la tortura de aquella brutal higienización, Melones envolvió a Sandías en toallas, lo puso delante del espejo del baño, sacó la maquinilla de esquilar a sus hijos cuando traían algún piojo de la escuela, y le rapó las greñas de código de barras (algo parecido al estilo Anasagasti) al uno. Después, le dio una pastilla de jabón, y una cuchilla desechable (que apenas había usado para hacerse las piernas un par de veces), y le dijo:- Aféitate esa barba a conciencia, creo que tengo algo de ropa del bastardo de mi ex en alguna parte, seguro que te sentará bien-.
Al instante, cuando Sandías con manos temblorosas estaba terminando su tarea, aunque con un par de virutillas de papel higiénico taponando sendos cortes, apareció Melones con un traje azul marino un poco arrugado, y no demasiado elegante, una camisa color crema indefinido (en su día debió ser blanca), y unos calzoncillos de algodón blanco con la goma un poco floja.
El pobre hombre se vistió, y aunque todo le quedaba un poco grande, y tenía cierta pinta de conserje de finca de vecinos, parecía un hombre distinto. Quizás no muy guapo, puede que no excesivamente elegante, pero si respetable..., siempre y cuando no sonriera demasiado, aunque Melones tenía un primo que trabajaba en una funeraria municipal, y se movía en el negocio de las dentaduras postizas robadas, así que ese problema pronto estaría solucionado.
Y así, el nuevo Sandías se convirtió en uno más de la familia, y muy pronto consiguió un modesto trabajo de camarero en una tasca cercana. Con el tiempo, Melones le invitó a mudarse a su casa, y sus hijos aprendieron a quererle, a escucharle y a respetar su sitio en el lado derecho del sofá rojo, delante del televisor.
Una tarde cualquiera, meses después, mientras estaban sentados a la mesa compartiendo unas pizzas congeladas, la abuela se levantó de su butaca, se plantó delante de todos y dijo: -Sandías, querido, ¿te importaría ponerle pilas nuevas al mando a distancia?-.
Melones sabía muy bien que la vida era injusta, amarga e ingrata, y con la suficiente mala leche como para castigarla con aquella broma. Para una vez que un hombre se interesaba verdaderamente por ella, y no lo hacía simplemente por un sucio y rápido revolcón en el asiento trasero de un coche, el destino le ponía delante a este fantoche, loco, feo, sucio y sin oficio ni beneficio.
Mientras pensaba en la ironía del destino, se mantuvo completamente quieta, mirando al pobre Sandías, que ya había interpretado el silencio de su amada como una bochornosa negativa a su declaración, y empezaba a dirigirse lentamente hacia la puerta con la cabeza gacha. Todo su enjuto cuerpo demostraba vergüenza y decepción, y al verle así, tan desnutrido, tan solo, tan abandonado, tan rechazado, una pequeña chispa de compasión y amarga tristeza prendió en el alma cándida y maternal de Melones.
Una chispa que encendió la mecha de una idea, de una esperanza, de una auténtica declaración de intenciones, una escapada hacia delante que inundó de coraje el corazón de la mujer: - Si el destino se mofaba de ellos de esta manera, ella lo combatiría, y pondría todo su empeño en derrotarlo, y ya veríamos quien reía más al final.
Dicho y hecho, Melones agarró a Sandías por el brazo cuando este pasaba lentamente por su lado, sin atreverse a mirarla a la cara camino de la puerta (aunque si que miró de reojo el ramo de puerros, no descartando recibir algún golpe antes de salir), y como si fuera una moderna Scarlett O´hara, le observó detenidamente, de arriba abajo, y le dijo: -¿Quieres ser mi hombre?, pues ser el hombre de la Melones cuesta, y tu vas a empezar a pagar-, (vale si, pongamos que ella era muy aficionada a las series de los ochenta).
Cogió a Sandias como si fuera un muñeco, lo arrastró hasta el baño, lo desnudó, abrió la llave de la ducha y lo metió dentro. El pobre Sandías allí desnudo, asustado y avergonzado, no se atrevía a moverse ni a quejarse, simplemente temblaba mientras Melones le cubría de jabones, champús, y le frotaba con una esponja rasposa con tal fuerza que parecía que iba a arrancarle la piel.
Cuando terminó la tortura de aquella brutal higienización, Melones envolvió a Sandías en toallas, lo puso delante del espejo del baño, sacó la maquinilla de esquilar a sus hijos cuando traían algún piojo de la escuela, y le rapó las greñas de código de barras (algo parecido al estilo Anasagasti) al uno. Después, le dio una pastilla de jabón, y una cuchilla desechable (que apenas había usado para hacerse las piernas un par de veces), y le dijo:- Aféitate esa barba a conciencia, creo que tengo algo de ropa del bastardo de mi ex en alguna parte, seguro que te sentará bien-.
Al instante, cuando Sandías con manos temblorosas estaba terminando su tarea, aunque con un par de virutillas de papel higiénico taponando sendos cortes, apareció Melones con un traje azul marino un poco arrugado, y no demasiado elegante, una camisa color crema indefinido (en su día debió ser blanca), y unos calzoncillos de algodón blanco con la goma un poco floja.
El pobre hombre se vistió, y aunque todo le quedaba un poco grande, y tenía cierta pinta de conserje de finca de vecinos, parecía un hombre distinto. Quizás no muy guapo, puede que no excesivamente elegante, pero si respetable..., siempre y cuando no sonriera demasiado, aunque Melones tenía un primo que trabajaba en una funeraria municipal, y se movía en el negocio de las dentaduras postizas robadas, así que ese problema pronto estaría solucionado.
Y así, el nuevo Sandías se convirtió en uno más de la familia, y muy pronto consiguió un modesto trabajo de camarero en una tasca cercana. Con el tiempo, Melones le invitó a mudarse a su casa, y sus hijos aprendieron a quererle, a escucharle y a respetar su sitio en el lado derecho del sofá rojo, delante del televisor.
Una tarde cualquiera, meses después, mientras estaban sentados a la mesa compartiendo unas pizzas congeladas, la abuela se levantó de su butaca, se plantó delante de todos y dijo: -Sandías, querido, ¿te importaría ponerle pilas nuevas al mando a distancia?-.
viernes, 11 de julio de 2008
San Fermines y otras cuitas
Parece que tras una lucha encarnizada de una semana, el mecánico me ha devuelto el coche...por cierto, con una revisión completísima, pero sin arreglar la avería que le llevé...prefiero ni opinar sobre el tema. Solo diré que su respuesta fue: no hemos conseguido encontrar la solución a la avería, así que cuando pasen las vacaciones, nos lo traes y probamos otra vez...a ver si hay suerte, pero tranquilo que las horas no te las cobramos...(la realidad supera algunas veces la ficción).
El caso es que aunque sigo sin poder ver el nivel de gasoil que lleva el depósito, hasta que salta la luz de la reserva, tenemos el coche a tiempo para el viaje relámpago a Sanfermines que H y yo llevamos "planeando" desde hace unos días...así que esta noche estaremos por allí viendo y disfrutando de las que dicen son las mejores fiestas del territorio plurinacional.
Respecto a Sandías, voy a dejar este fin de semana para que algún/a perezoso/a, que me lo ha pedido expresamente, pueda incluir su final, antes de decantarme por uno, y a la vez publicar el mio propio. Aun así, gracias por los magníficos y originales finales posteados, y me va a costar mucho decantarme por uno solo.
Tenía que escribir sobre muchas cosas, sobre un precioso viaje a la Toscana y Umbría que ya tenemos organizado, sobre el Summercase que ya está cerca (que gran noticia me has dado hoy Alberto), sobre el sorprendente aluvión y epidemia de bodas que me rodean (hasta tres parejas de amigos que se casan este año), sobre las mil y una cosas que me he ido dejando en el tintero en esta época de vagueo blogueril, pero tengo poco tiempo, y me va a pillar el toro (nunca mejor dicho).
El lunes más...y ¡¡¡¡ Gora San Fermín !!!.
El caso es que aunque sigo sin poder ver el nivel de gasoil que lleva el depósito, hasta que salta la luz de la reserva, tenemos el coche a tiempo para el viaje relámpago a Sanfermines que H y yo llevamos "planeando" desde hace unos días...así que esta noche estaremos por allí viendo y disfrutando de las que dicen son las mejores fiestas del territorio plurinacional.
Respecto a Sandías, voy a dejar este fin de semana para que algún/a perezoso/a, que me lo ha pedido expresamente, pueda incluir su final, antes de decantarme por uno, y a la vez publicar el mio propio. Aun así, gracias por los magníficos y originales finales posteados, y me va a costar mucho decantarme por uno solo.
Tenía que escribir sobre muchas cosas, sobre un precioso viaje a la Toscana y Umbría que ya tenemos organizado, sobre el Summercase que ya está cerca (que gran noticia me has dado hoy Alberto), sobre el sorprendente aluvión y epidemia de bodas que me rodean (hasta tres parejas de amigos que se casan este año), sobre las mil y una cosas que me he ido dejando en el tintero en esta época de vagueo blogueril, pero tengo poco tiempo, y me va a pillar el toro (nunca mejor dicho).
El lunes más...y ¡¡¡¡ Gora San Fermín !!!.
miércoles, 2 de julio de 2008
El sofá de Sandías (2ª Parte)
Una mañana como otra cualquiera, Melones se encontraba inmersa en su sesión de ludopatía diaria, perdida en ese maravilloso sentimiento de ansiedad anhelante de suerte que tanto la reconfortaba. Flotando en el sonido de las tragaperras y de las monedas al caer, se dio cuenta de que había roto su promesa de no entrar a jugar antes de hacer la compra, para gastar únicamente las vueltas del mercado. Quizás no fuera una dama, pero si que podía ser una madre responsable.
Abrumada por la culpa, se dirigió directamente al supermercado, compró las cosas que necesitaba para preparar el almuerzo de su familia, y se marchó a casa, horas antes de lo habitual. Así pasaría un rato en compañía de su madre, pondría un par de lavadoras, y atendería un montón de plancha que la esperaba desde hacía un mes.
Al llegar a su caravana entró directamente, sin previo aviso, puesto que nunca cerraba con llave, ¿Quién querría allanar su humilde hogar con malas intenciones?, pero una vez dentro, deseó con todas su fuerzas haber echado el cerrojo, por que allí, junto a la anciana, recostado en su sofá y mirándola con cara de pasmo, estaba el holgazán y huraño Sandías, su vecino de parcela, con el que jamás había cruzado ni media palabra, porque tenía fama de chiflado. Desde luego su ropa, su peinado, y su aspecto en general no reflejaban un exceso de cordura.
La primera en abrir la boca fue Melones, que no pudo exclamar más que un simple y espontáneo:- ¿Qué haces en mi casa maldito bastardo?- , mientras Sandías intentaba balbucear una respuesta coherente, que se quedó en un simple:- na…, na…, nada.-.
Melones, esgrimiendo un manojo grande de puerros (el objeto “contundente” más cercano que su mano pudo encontrar), siguió con su interrogatorio: -¿has entrado a robar?, ¿no serás un degenerado de esos que le gustan las ancianitas?, como hayas tocado un pelo a mi madre te abro la cabeza-, y aquí añadió tres o cuatro adjetivos calificativos que eludo, porque estamos en horario infantil.
Sandías estaba pálido, libido. Grandes goterones de sudor frío corrían por su rostro, y un nudo en la garganta le impedía contestar a la batería de acusaciones de su amada vecina, pero en un esfuerzo de concentración y lucidez, consiguió responder con voz estridente:- No soy un ladrón, no soy un degenerado, soy simplemente un vecino enamorado- y su tez se empezó a poner roja como un tomate.
La cara de su vecina, detrás de un matojo de hojas verdes de su improvisada arma, era también un auténtico poema:- ¿te has enamorado de mi madre?, ¿Pero si hace años que ni habla, ni apenas se mueve?-, a lo que su vecino, sin atreverse a moverse del sofá, y sin dejar de mirar los amenazantes puerros, contestó raudo:- No, no, no, no de su madre, que por otro lado se ve que es una gran mujer, siempre ahí, sonriente…., estoy enamorado de usted, señorita Melones, de su vida, de su imagen, y de su magnífico sofá.
Bueno, bueno…estamos en un momento crucial para la historia, y la respuesta de Melones a esta declaración, supondrá el clímax de este cuento de amor o desamor, de pasiones irrefrenables o de rupturas dolorosas e incurables. Y no tengo ni idea de como terminarla.
Echarme una mano primos/as, y el final de la historia que más me guste, será premiada con una bolsa grande de maravillosos melones de chicle, rellenos de sano pica-pica, de esos que recomiendan 1 de cada 10 dentistas. Es que si tengo que regalar melones o sandías de verdad, no me da el presupuesto en gastos de envío.
Un abrazo y espero vuestros desenlaces.
Abrumada por la culpa, se dirigió directamente al supermercado, compró las cosas que necesitaba para preparar el almuerzo de su familia, y se marchó a casa, horas antes de lo habitual. Así pasaría un rato en compañía de su madre, pondría un par de lavadoras, y atendería un montón de plancha que la esperaba desde hacía un mes.
Al llegar a su caravana entró directamente, sin previo aviso, puesto que nunca cerraba con llave, ¿Quién querría allanar su humilde hogar con malas intenciones?, pero una vez dentro, deseó con todas su fuerzas haber echado el cerrojo, por que allí, junto a la anciana, recostado en su sofá y mirándola con cara de pasmo, estaba el holgazán y huraño Sandías, su vecino de parcela, con el que jamás había cruzado ni media palabra, porque tenía fama de chiflado. Desde luego su ropa, su peinado, y su aspecto en general no reflejaban un exceso de cordura.
La primera en abrir la boca fue Melones, que no pudo exclamar más que un simple y espontáneo:- ¿Qué haces en mi casa maldito bastardo?- , mientras Sandías intentaba balbucear una respuesta coherente, que se quedó en un simple:- na…, na…, nada.-.
Melones, esgrimiendo un manojo grande de puerros (el objeto “contundente” más cercano que su mano pudo encontrar), siguió con su interrogatorio: -¿has entrado a robar?, ¿no serás un degenerado de esos que le gustan las ancianitas?, como hayas tocado un pelo a mi madre te abro la cabeza-, y aquí añadió tres o cuatro adjetivos calificativos que eludo, porque estamos en horario infantil.
Sandías estaba pálido, libido. Grandes goterones de sudor frío corrían por su rostro, y un nudo en la garganta le impedía contestar a la batería de acusaciones de su amada vecina, pero en un esfuerzo de concentración y lucidez, consiguió responder con voz estridente:- No soy un ladrón, no soy un degenerado, soy simplemente un vecino enamorado- y su tez se empezó a poner roja como un tomate.
La cara de su vecina, detrás de un matojo de hojas verdes de su improvisada arma, era también un auténtico poema:- ¿te has enamorado de mi madre?, ¿Pero si hace años que ni habla, ni apenas se mueve?-, a lo que su vecino, sin atreverse a moverse del sofá, y sin dejar de mirar los amenazantes puerros, contestó raudo:- No, no, no, no de su madre, que por otro lado se ve que es una gran mujer, siempre ahí, sonriente…., estoy enamorado de usted, señorita Melones, de su vida, de su imagen, y de su magnífico sofá.
Bueno, bueno…estamos en un momento crucial para la historia, y la respuesta de Melones a esta declaración, supondrá el clímax de este cuento de amor o desamor, de pasiones irrefrenables o de rupturas dolorosas e incurables. Y no tengo ni idea de como terminarla.
Echarme una mano primos/as, y el final de la historia que más me guste, será premiada con una bolsa grande de maravillosos melones de chicle, rellenos de sano pica-pica, de esos que recomiendan 1 de cada 10 dentistas. Es que si tengo que regalar melones o sandías de verdad, no me da el presupuesto en gastos de envío.
Un abrazo y espero vuestros desenlaces.
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