martes, 29 de septiembre de 2009

Basureros

Estaría genial poder subirse a un camión de basura e ir recogiendo todos los desperdicios morales que uno mismo va generando a lo largo de su vida. Recorreríamos las calles de nuestro interior acumulando todo lo que apesta, los errores cometidos de los que no aprendemos nada, lo que no nos sirve para ir hacia adelante, todo aquello que no podemos reciclar para ser mejores, todas nuestras maldades que siempre regresan aunque no queramos que así sea.

Así, con el volquete lleno (puesto que en acumular basura moral nadie se libra) lo llevaríamos a una incineradora de nuestra maldad, ineptitud o insociabilidad, y lo arrojaríamos todo allí, para que se quemara con el resto de egoísmos, envidias, soberbias, violencia, malos modos, incomprensiones, crueldad y fanatismo del resto de personas que comparten la existencia con nosotros.

Sería fácil, así sin más, quitarse de encima todo ese peso, por lo menos para todos aquellos a los que nos pesa, puesto que también hay mucho Síndrome de Diógenes con este tipo de basura, y por lo tanto gente que está encantada de la vida acumulando mierda debajo de la cama y de las alfombras de su conciencia.

Pero pensándolo bien, creo que es mejor que no exista dicho camión, tampoco dicha incineradora soñada que quema la basura de los errores conscientes, puesto que aunque algunas veces nos vamos metiendo nosotros mismos en una vorágine compulsiva generadora de desperdicios, de la que nos es muy difícil salir, siempre existe la culpa para acercarnos a tierra. No la horrible culpa católica que establece control sobre lo moral y sobre los actos de sus creyentes, sino la culpa como ancla que nos acecha en eso que algunos denominan conciencia o empatía, y que nos aferra a la realidad que nosotros desmejoramos con nuestros malos comportamientos, esos que después, ya en frio, siempre queremos hacer desaparecer, pero que el amarre de la culpa nos recuerda.

Así que cada uno asuma y conviva con su propia basura.

1 comentario:

Eva dijo...

Los daños morales, esos que requieren lágrimas, quebraderos o pérdidas, sería la llamada chatarra de la moralidad. Y fíjate, que si ya es malo asumir y convivir con basura, mucho peor sería que otros se lucren con aquello que un día decidiste tirar al cubo de la basura o, simplemente dejar a un lado pues en el cubo no cabía.

Nunca obligado, pero sigue escribiendo...
Abrazo