Hoy el día ha comenzado de forma bastante lamentable. He cogido el coche para ir a trabajar, y nada más comenzar mi trayecto, me he topado con un brutal atasco. Uno de esos embotellamientos que te pillan en el lugar menos indicado, en esa calle pequeña que cruza una vía de tres carriles, en la cual, interminables filas de coches pasan directamente de respetar los semáforos y las normas básicas del civismo, impidiendo cualquier incorporación.
Tras varios minutos completamente parado viendo pasar la marabunta, no me ha quedado más salida que pasar a la acción, y como dicen que el mundo es de los valientes, he aprovechado un pequeño resquicio, apenas un segundo de parada de uno de los vehículos, para meter el morrillo de mi querido “bolita”, cual ratoncito que se abre paso por el agujero de una panera.
Dicho y hecho, una vez que metes la cabeza, ya no hay vuelta atrás. Pero el destino es incierto, y en vez de topar con un ser humano al volante, me ha tenido que tocar en la maniobra, uno de esos eslabones perdidos entre la ameba y el ñu (por favor me perdonen ambas especies), que al volante de su utilitario, no se ha tomado nada bien mis acrobacias.
Al principio, y dado mi carácter tranquilo, he pasado de sus insistentes pitidos, pero cuando las imprecaciones, bocinazos, y acercamientos agresivos a mi parachoques trasero no cesaban, he cometido el absurdo e instintivo movimiento de girar la cabeza y ensayar el mundialmente conocido gesto de “tu estás loco”, taladrando ficticiamente mi sien con el dedo índice.
Tan inocente símbolo corporal ha debido desagradar sobremanera al ñumeba (¡hey, acabo de bautizar a una nueva especie genética!), porque en un alarde de civismo vial, se ha cambiado bruscamente de carril, para colocarse en paralelo a mi coche, y utilizando su segunda neurona útil, ha conseguido apretar el elevalunas eléctrico para bajar la ventana, dedicándome unas cuantas hermosas y eruditas frases acordes a su enorme intelecto.
Yo, que llevaba la ventanilla bajada, me he quedado mirándole sin dejar de sonreír, acordándome de las profundas enseñanzas zen de Isabel Pantoja (dientes, dientes, que es lo que les jode), y he contestado a su retahíla de improperios con un simple y aséptico: Tu estás loco tío, cállate ya y conduce.
He de añadir, que el ñumeba iba acompañado por un copiloto que parecía provenir de una especie más evolucionada (si grandes alardes), y al menos ha demostrado tener algo de sentido común intentado mediar un poco en el descontrol de su amigo con un escueto: -Tranquilo Paco…, tranquilo-.
Pero Paco, que no estaba por la labor de hacer caso, ha cometido la osadía de abrir la puerta de su coche y haciendo un amago de bajarse, me ha dedicado un gran clásico de la idiosincrasia hispana, la temida y siempre arriesgada pregunta: -¿A que me bajo del coche y te rompo la cara...(aquí que hay que añadir algo dedicado a mi madre)?-.
Y digo arriesgada pregunta, porque en este caso el ñumeba Paco se ha topado con un ser humano racional, pero bien podría haber sido yo un Gorisonte, o un Tibuhiena (¡Mira!, otras dos nuevas especies), haberme bajado del coche, bien provisto de una barra de acero (lo típico que llevan en el maletero algunos especimenes), y aprovechar mis 1,85 y mis 90 kilos para mandarle al hospital, que no nos engañemos, quizás es lo que se merecía.
Pero no, como ser humano racional, que ha visto demasiadas veces la película Regreso al Futuro, para saber cuando merece la pena enfrentarse o no a determinadas bravuconadas, he decidido simplemente persistir con la técnica de la Pantoja, aun cuando el pobre Paco, sujetado por su amigo, se ha bajado del coche, y se ha puesto como un loco a retarme pegado a mi ventana.
No se si han sido los pitidos del resto de los coches a nuestro alrededor, ya que el tráfico ha empezado a avanzar, o que al acercarse a mi puerta, el ñumeba se ha percatado de que estaba jugando con fuego (dado mi tamaño y edad), pero el caso es que se ha subido al coche, y gracias a dios, el azar de los atascos no nos ha vuelto a situar cerca como para entablar una nueva “conversación”. Pero el hecho es que la historia me ha hecho pensar.
¿Qué pasa por la cabeza de alguien, para arriesgar su integridad física, echando por tierra su condición humana, por un simple hueco en un atasco de tráfico?¿Qué le hará este tipo a su pobre mujer cuando esta le conteste mal, o a sus hijos cuando le traigan malas notas?.
Nos extrañamos de las barbaries que se cometen por diferencias económicas, religiosas y políticas, pero en la vida cotidiana, en nuestra ciudad, no solo en Irak, Somalia, Panamá, Puerto Hurraco o Estados Unidos, tenemos que convivir a diario con personas violentas, capaces de mandar a alguien al hospital o dejarse machacar por cualquier estupidez. Es triste empezar el día así, topándome de lleno con esta cruda realidad.
Tras varios minutos completamente parado viendo pasar la marabunta, no me ha quedado más salida que pasar a la acción, y como dicen que el mundo es de los valientes, he aprovechado un pequeño resquicio, apenas un segundo de parada de uno de los vehículos, para meter el morrillo de mi querido “bolita”, cual ratoncito que se abre paso por el agujero de una panera.
Dicho y hecho, una vez que metes la cabeza, ya no hay vuelta atrás. Pero el destino es incierto, y en vez de topar con un ser humano al volante, me ha tenido que tocar en la maniobra, uno de esos eslabones perdidos entre la ameba y el ñu (por favor me perdonen ambas especies), que al volante de su utilitario, no se ha tomado nada bien mis acrobacias.
Al principio, y dado mi carácter tranquilo, he pasado de sus insistentes pitidos, pero cuando las imprecaciones, bocinazos, y acercamientos agresivos a mi parachoques trasero no cesaban, he cometido el absurdo e instintivo movimiento de girar la cabeza y ensayar el mundialmente conocido gesto de “tu estás loco”, taladrando ficticiamente mi sien con el dedo índice.
Tan inocente símbolo corporal ha debido desagradar sobremanera al ñumeba (¡hey, acabo de bautizar a una nueva especie genética!), porque en un alarde de civismo vial, se ha cambiado bruscamente de carril, para colocarse en paralelo a mi coche, y utilizando su segunda neurona útil, ha conseguido apretar el elevalunas eléctrico para bajar la ventana, dedicándome unas cuantas hermosas y eruditas frases acordes a su enorme intelecto.
Yo, que llevaba la ventanilla bajada, me he quedado mirándole sin dejar de sonreír, acordándome de las profundas enseñanzas zen de Isabel Pantoja (dientes, dientes, que es lo que les jode), y he contestado a su retahíla de improperios con un simple y aséptico: Tu estás loco tío, cállate ya y conduce.
He de añadir, que el ñumeba iba acompañado por un copiloto que parecía provenir de una especie más evolucionada (si grandes alardes), y al menos ha demostrado tener algo de sentido común intentado mediar un poco en el descontrol de su amigo con un escueto: -Tranquilo Paco…, tranquilo-.
Pero Paco, que no estaba por la labor de hacer caso, ha cometido la osadía de abrir la puerta de su coche y haciendo un amago de bajarse, me ha dedicado un gran clásico de la idiosincrasia hispana, la temida y siempre arriesgada pregunta: -¿A que me bajo del coche y te rompo la cara...(aquí que hay que añadir algo dedicado a mi madre)?-.
Y digo arriesgada pregunta, porque en este caso el ñumeba Paco se ha topado con un ser humano racional, pero bien podría haber sido yo un Gorisonte, o un Tibuhiena (¡Mira!, otras dos nuevas especies), haberme bajado del coche, bien provisto de una barra de acero (lo típico que llevan en el maletero algunos especimenes), y aprovechar mis 1,85 y mis 90 kilos para mandarle al hospital, que no nos engañemos, quizás es lo que se merecía.
Pero no, como ser humano racional, que ha visto demasiadas veces la película Regreso al Futuro, para saber cuando merece la pena enfrentarse o no a determinadas bravuconadas, he decidido simplemente persistir con la técnica de la Pantoja, aun cuando el pobre Paco, sujetado por su amigo, se ha bajado del coche, y se ha puesto como un loco a retarme pegado a mi ventana.
No se si han sido los pitidos del resto de los coches a nuestro alrededor, ya que el tráfico ha empezado a avanzar, o que al acercarse a mi puerta, el ñumeba se ha percatado de que estaba jugando con fuego (dado mi tamaño y edad), pero el caso es que se ha subido al coche, y gracias a dios, el azar de los atascos no nos ha vuelto a situar cerca como para entablar una nueva “conversación”. Pero el hecho es que la historia me ha hecho pensar.
¿Qué pasa por la cabeza de alguien, para arriesgar su integridad física, echando por tierra su condición humana, por un simple hueco en un atasco de tráfico?¿Qué le hará este tipo a su pobre mujer cuando esta le conteste mal, o a sus hijos cuando le traigan malas notas?.
Nos extrañamos de las barbaries que se cometen por diferencias económicas, religiosas y políticas, pero en la vida cotidiana, en nuestra ciudad, no solo en Irak, Somalia, Panamá, Puerto Hurraco o Estados Unidos, tenemos que convivir a diario con personas violentas, capaces de mandar a alguien al hospital o dejarse machacar por cualquier estupidez. Es triste empezar el día así, topándome de lleno con esta cruda realidad.
3 comentarios:
muy bueno, creo q voy a copiarte el nuevo palabro "ñumeba", porq por desgracia hay muchos ejemplares reproduciéndose por el mundo....
Me imagino que la "ñumeba" no ha conseguido amargarte el día. En todo caso, tú te has "vengado" echándole sentido del humor, has vuelto a casa y has escrito en tu blog, para mayor disfrute de los que lo leemos. El "ñumeba" habrá vuelto a la suya pensando que es un "machote" pero con la amargura del que en realidad solo es un acomplejado.
Se me ocurre dedicarle el final de Tigres Azules de Borges: "Te quedas con los días y las noches, con la cordura (en su caso ni eso), con los hábitos, con el mundo."
Por cierto, el no haber aprovechado tus 95 kg y tu 1,95 de altura solo denota fortaleza. Un abrazo
Que me he reido leyéndote con esas especies genéticas que te has sacado de la pluma,.,,Por cierto podrías exponer esta fotografía con una nota explicativa de lo que son los ñumebas y sus primos...
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