lunes, 19 de mayo de 2008

Aun no es domingo


Cuando Jara se despertaba todos los días, Sedal ya no estaba, pero su molde, la marca del contorno de su cuerpo, y sobre todo su olor, sobrevivían aun en las sábanas y en el colchón. Por eso, aun medio dormida, se arrastraba por la cama hasta el lado de su chico, e imaginaba que él aun estaba allí, muy cerca, abrazándola y acariciando su cabello con sus fuertes y siempre templadas manos.

En esos momentos, Jara deseaba con todas sus fuerzas que fuera domingo, puesto que ese era el día en el que Sedal no tenía que ir a trabajar, y podían dejarse llevar juntos por una dulce modorra y por el propio placer de no hacer nada, simplemente dejando pasar las horas abrazándose, sintiendo sus propias respiraciones, hablando, riendo, haciendo el amor, desayunando y algunas veces incluso comiendo en la cama.

Generalmente, estos pensamientos la devolvían a la realidad, y el espejismo de falso domingo se diluía, y la hacía consciente de que estaba completamente sola, y de que era martes. Aun faltaba más de media semana para que llegara del domingo, y esta reflexión la llenaba de tristeza.

Por eso se levantaba siempre de mal humor, y aun en pijama, se preparaba un café muy cargado, enchufaba la radio, y se sentaba en un taburete de la cocina. Tras el primer sorbo, siempre se encendía el que consideraba era el mejor cigarro del día, y aprovechaba para planificarse la jornada. Aunque la verdad es que nunca encontraba mucho sobre lo que planificar.

Sedal comía en el trabajo, así que ella, solía improvisar y se preparaba cualquier cosa. Prácticamente sólo tenía que preocuparse de mantener ordenado el piso, y de pensar en la cena. A parte de esto, un par de días a la semana acudía al gimnasio, a su clase de aeróbic, aunque nunca los martes. Y lo que si que hacía a diario, era conectarse a Internet y gastar media hora en consultar las páginas de empleo, sin demasiada suerte.

Los lunes solía leer la sección naranja del periódico, hábito del que ya se estaba cansando, porque francamente resultaba un esfuerzo inútil, y solo había conseguido tres entrevistas en ocho meses, que además de ser trabajos para los que se requería menos currículo y experiencia de la que ella tenía, no los había conseguido, y lo que era peor aun, ni siquiera la habían llamado para decirle que no.

A Jara sólo le quedaba un mes más de paro, y lo que al principio había sido una búsqueda esperanzada y tranquila, ahora se había convertido en algo angustioso y frustrante, puesto que necesitaban dos sueldos para afrontar los finales de mes con garantías.

(Continuará).

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